Un empacho de funerales... Hoy dos seguidos, y mañana otro.
Dos hombres muy conocidos y reconocidos en Sitges, mi querido
pueblo de adopción, acaban de enviudar. Ambas mujeres fallecieron anteayer.
Ambas debido al cáncer. Una de ellas, después de años de lucha en su contra.
Para la otra mujer, ha sido más corta la batalla, ya que las evidencias claras
empezaron hace sólo unas seis semanas. A Vinyet sólo la conocía por ser
la esposa de Josep Maria Matas Arnalot, propietario de una cadena de
restauración y hoteles, periodista, mecenas... A Josep Maria me une la llamada TertuliaBohemia. Una tertulia sitgetana veinteañera, de la cual él fue uno de los impulsores.
Con Vicky Shenk la historia es algo más larga. Allá por los años 70
y como secretaria del Director de Exportación, trabajé en Lacoray Española,
S.A. la empresa de Hans y Vicky Shenk. La casualidad o causalidad quiso
que muchos años después nos reencontráramos en Sitges, precisamente en la
Tertulia Bohemia, cuando con Jesús empezamos a movernos por aquí hace unos
nueve años. Hans y Vicky, Vicky y Hans, siempre inseparables, son
reconocidos en Sitges por su labor de mecenazgo por ejemplo en Juventuts Musicals y en la Biblioteca Santiago Russinyol.
Mañana, en Vilanova i la Geltrú y también por caprichos de la
casualidad o causalidad, será el funeral del esposo de Dolors Juan, poetisa de
renombre en nuestra zona. Con Dolors y con su hijo Isidre Roset Juan –crítico
de arte-, nos une también la Tertulia Bohemia de Sitges.
Sin duda, los rituales nos permiten canalizar emociones si así nos
lo autorizamos, y este tipo de situaciones nos facilitan también la reflexión
si nos la aceptamos. Hoy he llorado. He llorado mucho. Y como me suele ocurrir
cuando fallece alguien cercano, me he preguntado si tanto llanto era por la
persona fallecida. ¡Claro que sí! Aunque no solo por ella, sinó por quienes la
han querido y la quieren. Y tampoco no sólo por eso, sinó por darme cuenta por
enésima vez de la fragilidad de la vida. Por que algún día seré yo la que esté
en ese lugar. El lugar del muerto. Así. Sin paliativos. El lugar del muerto. Como
otras veces, ante una persona muerta, he pensado en la vida, en la muerte, en
sus respectivos significados para mi. En la tristeza que me produce pensar en cómo
me puedo sentir si sobrevivo a mis seres más queridos. En estas ocasiones, los
recuerdos se agolpan en mi mente. Recuerdos de seres queridos ya fallecidos,
seres queridos que fallecerán…
Y todo lo que pueda yo decirme a mi misma o que puedan decirme
otras personas, no suavizan el sentimiento de pérdida en esos momentos. Luego sí.
En esos precisos momentos en que está el cuerpo presente, y o en que estamos
tantas personas unidas en esa ceremonia de despedida, siento el dolor y quiero
sentirlo. No quiero negármelo porque es también parte de la vida, parte de mi.
Las reflexiones sobre ”Es la vida”, “Todos tenemos que pasar por
ahí”, “Todo es un contínuo y la vida y la muerte también lo son”, “La muerte no es más que otra cara de la
moneda”…, aunque aprecio la buena intención de quienes lo dicen, no me sirven
en ese momento. No quiero que me alejen de mis humanos sentimientos. Esas
reflexiones, me las dejo para después. Para otros momentos.
He pensado también en ¡cuánta casualidad o causalidad junta! Aparte de otros posibles vínculos que pudiesen
tener o no entre sí esas tres personas fallecidas entre anteayer y ayer, compartían el
hilo conductor de la Tertulia Bohemia.
Y ahora, no me resisto a una tentación. La de decir: “¡Ah! ¡La
vida!
Fotos de Internet
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